viernes, 10 de diciembre de 2010

Papiniano

Un buen amigo me obsequió hace un par de semanas un libro que he leído y que me permito recomendar. Se trata de la versión española de la biografía de un abogado griego, el Doctor Tryfon J. Koutalidis. El libro se titula Papiniano, el abogado (Editorial Sial Narrativa, Madrid 2010, 308 pp.) y ha sido traducido al español por el Embajador Javier Jiménez-Ugarte. El autor eligió el seudónimo de Papiniano en recuerdo del jurista Aemilius Papinianus, del que se dice que fue ejecutado por orden del Emperador Caracala por no haber querido aprobar la condena a muerte de Geta, hermano del Emperador. Quien quiera aproximarse a la vida y al significado de aquel jurista puede hacerlo a través del trabajo de Javier Paricio (Los juristas y el poder político en la Roma Antigua, 2ª ed., Granada 1992).

Nada que ver tan trágica suerte del jurista de aquella Roma con la de nuestro Papiniano contemporáneo. Me atrevo a suponer que la elección de su seudónimo pretendía expresar el orgullo de haber vivido su actividad profesional y empresarial desde la prioritaria condición de jurista. El libro relata una historia de estudio, esfuerzo y de éxito profesional, pero también de agradecimiento hacía todos los que ayudaron y acompañaron al autor a lo largo de su vida.

Son dos los motivos que me llevan a recomendar la lectura de este libro. El primero, afecta a todos los que se dedican a la abogacía o que aspiran a hacerlo. El libro narra la permanente preocupación por seguir estudiando y aprendiendo. Como en otras profesiones, la experiencia es la principal fuente de avance en la abogacía, pero lo será sobre todo para quienes al acumular esa experiencia se dan cuenta de la importancia que tiene sacar partido de aquello que hasta entonces se desconocía y que obliga a seguir mejorando la formación. Son ilustrativos los episodios que tratan de la ampliación de estudios de nuestro protagonista o sus sucesivos “descubrimientos” de la forma de practicar la abogacía en Londres o en Nueva York.

La experiencia del autor debe animar a sus lectores y colegas a mantener la prudencia y la ilusión en el asesoramiento en el mundo de los negocios. La primera es el presupuesto de un criterio independiente, que será agradecido siempre por el cliente. La segunda manifiesta la inteligente humildad de quienes consideran –como sucedía a nuestro Papiniano- que los éxitos alcanzados deben servir para evitar nuevos fracasos y, a la inversa, que éstos puedan enseñar a alcanzar los primeros.

En ocasiones, el libro puede resultar excesivamente jurídico, pero eso lo hará más atractivo para quienes estén interesados en la vertiente profesional del protagonista.

El segundo motivo de mi recomendación es más genérico y se refiere a la descripción que a lo largo del libro merece la figura de Aristóteles Onasis, a quien dibuja como un hombre de negocios luchador y visionario. El abogado y protagonista del libro reitera en muchos capítulos que su encuentro con el citado empresario supuso un aprendizaje privilegiado y enriquecedor. Son constantes las referencias a la que denomina “Universidad onasiana”.

La parte final ofrece una descripción elogiosa de la figura del Presidente griego Constantino Karamanlís, con quien también colaboró nuestro protagonista. Esta experiencia la encuadra en lo que titula “La Academia Karamanlís”, como una forma de reconocer que esa colaboración también enriqueció en lo personal y profesional al autor.

Aunque el libro tenga su decorado en la historia reciente de Grecia, su política y su mundo profesional, ilustra de una manera universalmente válida la trayectoria de un abogado de éxito y ayuda a seguir al autor hacia las causas de ese éxito.

Madrid, 10 de diciembre de 2010