Hace algunos días leí en The Washington Post una interesante
columna de Steven Pearlstein titulada “Identity
crisis for American capitalism”. Lo más llamativo de dicha opinión era la
evidencia acerca de cómo la economía capitalista y el funcionamiento de las
empresas no da lugar siempre a una realidad constante inalterable, sino que son
frecuentes las visiones de este mismo sistema desde perspectivas diversas. A lo
largo de la historia, recuerda el autor, el entendimiento de lo que constituía
el sistema capitalista ha ofrecido manifestaciones distintas, que reflejan la
preeminencia en cada momento de algunos de los intereses vinculados con el
funcionamiento de una empresa.
El columnista se remonta a lo que
llama el “capitalismo de los trabajadores”
para recordar la tendencia, que se puso de manifiesto en los años 80,
consistente en que fueran determinados trabajadores los que asumieran el papel
de accionistas y sobre todo de líderes de un determinado proyecto empresarial,
si bien incluyendo dentro de estos trabajadores
a aquellos ejecutivos o principales gestores que sustituían a los dueños del
capital social a la hora de rentar la actividad de la empresa (MBOs).
Poco tiempo después, en los años 90,
empezó a consolidarse la figura del “capitalismo
de los accionistas” y esa teoría se vio enseguida expresada en su forma más
agresiva, la del “capitalismo financiero”,
vinculado con operaciones corporativas en las que se producía una constante
compra y venta de empresas. Ésta es, en buena medida, la situación que se ha
visto colapsada con la llegada de la crisis financiera. Pearlstein lleva a cabo
esta exposición para terminar vinculando la ideología y el programa de cada uno
de los candidatos presidenciales, Obama y Romney, con algunas de las
expresiones de ese capitalismo estadounidense.
Madrid, 7 de junio de 2012