Han
sido varias las ocasiones en las que me he referido a la utilización de la
figura de los delatores o denunciantes como un instrumento decisivo en la
supervisión de las prácticas desarrolladas en el seno de las sociedades
cotizadas con repercusión sobre los mercados de valores y los inversores. En
algunas cercanas hacía referencia al programa
que la Securities and Exchange Commission (SEC) estadounidense ha establecido
para un mejor aprovechamiento de esas denuncias y al éxito
que en su aplicación práctica parece estar produciéndose.
Mi compañera Isabel Fernández
me alertó de la crónica publicada en Cinco
Días que pone
de manifiesto que un delator habría recibido un premio o recompensa con importe
de nada menos que 30 millones de dólares. Los términos de la noticia no
permiten conocer qué información provocó tanta alegría al informante. Sin
embargo, los responsables de la SEC creen que hay una proporción entre las
irregularidades detectadas, las correspondientes sanciones y el premio
desembolsado. La crónica del diario económico habla de la recompensa a un “chivato”. Es un término crítico, que no
sé si sigue siendo afortunado a la vista de que la norma y la autoridad
dispensan tan buen resultado para su acción. Es seguro, en cualquier caso, que
al afectado no le importará cómo se le califique: “ande yo caliente …”.
Sin perjuicio de ello, quien
quiera obtener más detalles sobre el caso debe leer la entrada incluida en el
siempre recomendable DealBook
de The New York Times, que ofrece la resolución de la SEC y algunos datos
llamativos, como la existencia de un relativo reproche al beneficiario por la
tardanza en denunciar y la réplica de su defensora. Son hechos que, más allá de
las circunstancias del caso concreto, apuntan a una nueva forma de inspeccionar
y sancionar en los mercados de valores y que llevan a plantear la validez de
esa solución en cualesquiera sistemas jurídicos.
Madrid, 24 de septiembre de
2014