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miércoles, 24 de septiembre de 2014

El delator millonario



Han sido varias las ocasiones en las que me he referido a la utilización de la figura de los delatores o denunciantes como un instrumento decisivo en la supervisión de las prácticas desarrolladas en el seno de las sociedades cotizadas con repercusión sobre los mercados de valores y los inversores. En algunas cercanas hacía referencia al programa que la Securities and Exchange Commission (SEC) estadounidense ha establecido para un mejor aprovechamiento de esas denuncias y al éxito que en su aplicación práctica parece estar produciéndose. 


Mi compañera Isabel Fernández me alertó de la crónica publicada en Cinco Días que pone de manifiesto que un delator habría recibido un premio o recompensa con importe de nada menos que 30 millones de dólares. Los términos de la noticia no permiten conocer qué información provocó tanta alegría al informante. Sin embargo, los responsables de la SEC creen que hay una proporción entre las irregularidades detectadas, las correspondientes sanciones y el premio desembolsado. La crónica del diario económico habla de la recompensa a un “chivato”. Es un término crítico, que no sé si sigue siendo afortunado a la vista de que la norma y la autoridad dispensan tan buen resultado para su acción. Es seguro, en cualquier caso, que al afectado no le importará cómo se le califique: “ande yo caliente …”.
Sin perjuicio de ello, quien quiera obtener más detalles sobre el caso debe leer la entrada incluida en el siempre recomendable DealBook de The New York Times, que ofrece la resolución de la SEC y algunos datos llamativos, como la existencia de un relativo reproche al beneficiario por la tardanza en denunciar y la réplica de su defensora. Son hechos que, más allá de las circunstancias del caso concreto, apuntan a una nueva forma de inspeccionar y sancionar en los mercados de valores y que llevan a plantear la validez de esa solución en cualesquiera sistemas jurídicos.
Madrid, 24 de septiembre de 2014