El pasado 19 de septiembre tuvo lugar
la defensa por Rafael Ansón Peironcely del trabajo elaborado para obtener el
grado de Doctor, sobre “La Ley y el Reglamento de 1848 sobre
compañías mercantiles por acciones”. En el Salón de Grados de nuestra
Facultad tuvimos la suerte de dedicar unas cuantas horas a repasar, al hilo de
las intervenciones del doctorando y, sobre todo, de los miembros del Tribunal
(formado por los Profesores Cuesta Rute, Rojo Fernández-Rio, Otero Lastres,
Juste Mencía y Fuentes Naharro) la forma de hacer una ley mercantil española
hace cerca de dos siglos y las circunstancias que entonces se dieron. Una
defensa y un debate que nos hicieron ver a todos que muchos de los problemas
que debatían entonces los diputados no estaban lejos de los que vuelven a plantearse
sobre el tapete de nuestro Derecho de sociedades contemporáneo.
He sido un testigo privilegiado de un
esfuerzo muy largo, de muchos años, de callado y constante trabajo de
investigación primero, y de redacción después por parte del autor sobre una
materia en la que tenía no pocas dificultades. Estamos ante una tesis singular cuyo
tema le fue sugerido hace ya casi quince años a Rafael Ansón por el Profesor
Fernando Sánchez Calero y que pretendía volver a la Historia de nuestro Derecho
de sociedades como forma de conocer mejor la actual coyuntura en la que se
encuentra. Hacer una tesis doctoral sobre una ley aprobada en el año 1848
significaba contar con una brevísima y parca bibliografía al respecto y
condenar al estudioso a una revisión mastodóntica de la documentación
parlamentaria y de otro tipo que acompañó la aprobación de aquel texto legal.
Rafael Ansón ha sido habitual lector en las bibliotecas del Senado, del Banco
de España, y otras instituciones cuyos fondos ha ido minuciosamente expurgando.
He podido aprender con él las circunstancias de nuestra Historia mercantil de
hace 160 años. Leer algunas de esas
actas y diarios de sesiones permitía imaginar los debates de figuras tan
emblemáticas para los mercantilistas como Sáenz de Andino y otros juristas
decimonónicos.
La lectura de la tesis y las
intervenciones de los miembros del Tribunal animaron un recorrido histórico y
dialectico sumamente enriquecedor para todos los que seguíamos el acto. Ahora sólo
me queda desde aquí felicitar públicamente a Rafael por su nuevo grado de
Doctor y por haber culminado este trabajo, largo y satisfactorio.
Madrid, 24 de septiembre de 2014