Publicaba hace unos
días The New York Times un amplio
artículo ilustrativo de la disconformidad de no pocas Facultades jurídicas
estadounidenses con el examen de acceso al ejercicio de la abogacía. El citado
artículo de Elizabeth Olson, titulado Bar
Exam, the Standard to Become a Lawyer, Comes Under Fire, expone en sus
primeros párrafos las razones de la crisis surgida en un aspecto esencial de
una de las “industrias legales” más
influyentes:
“For decades, law school graduates have endured a stressful rite of
passage, spending the first 10 weeks after classes end taking cram courses in
the arcane details of the law before sitting down for the grueling, days-long
bar exam. Those who do not pass cannot practice law, at least in nearly
all the states and the District of Columbia that consider the exam the
professional standard.
But that standard, so long unquestioned, is facing a
new round of scrutiny — not just from the test takers but from law school deans
and some state legal establishments. Some states, including Arizona,
Iowa and New Hampshire, are exploring or have adopted other options,
questioning the wisdom of relying on a single written test as the gateway to
legal practice.
The debate over the exam is not new, but it broke out
in the open after the results of last summer’s exam were released in the fall, showing
that the 51,005 test takers had the poorest results in nearly a decade.
Many law school deans, bristling from criticism that
they are replenishing their ranks with less academically qualified students as
the number of law school applicants has fallen sharply, began to openly
question the mechanics of the bar exam”.
No descarto que algún lector albergue el propósito de
terminar siendo admitido como abogado en alguno de los Estados Unidos, pero
redacto esta entrada pensando en nuestra experiencia, que todavía está en sus
primeros años.
El sistema español de acceso a la abogacía condiciona la
actividad de nuestras Facultades, puesto que esa profesión seguirá apareciendo
como una de las más destacadas, sino la primera, opción de los graduados. Según
transcurran los años, el sistema permitirá valorar si las Facultades de Derecho
españolas, en general, están preparando adecuadamente a los futuros abogados y
no se produce una quiebra similar a la que parece haberse registrado en Estados
Unidos.
Hay una segunda reflexión que apunta a algo que deben
asumir las Facultades y las Universidades: este nuevo programa se va a
convertir en un baremo más de la competencia entre centros. En esa evolución
del Máster de Acceso a la Abogacía se establecerá una inevitable clasificación
en función de los resultados que registren sus graduados en los
correspondientes exámenes. El mayor o menor éxito de quienes se examinen se
convertirá en el de su Facultad de procedencia. No falta mucho para que algunas
Facultades conviertan los resultados positivos de sus alumnos en el acceso a la
abogacía en el mejor reclamo comercial para sus MAB.
Termino con otro dato estadístico americano que, a lo
mejor, termina también siendo indicativo de un proceso similar en otros
lugares. La dificultad o restricción en el acceso a la profesión de abogado
cobra mayor valor si se tiene en cuenta el notable descenso en el número de
estudiantes de Derecho en Estados Unidos. Conforme a los datos que recogía una
reciente entrada en The Law Blog de The Wall Street Journal, el número de solicitudes para estudiar
Derecho ha bajado a menos de la mitad de las registradas en 2004. Cada vez
menos estudiantes de Derecho y, dentro de ésta cifra, cada vez menos Abogados
admitidos … ¿está dejando la profesión letrada de ser una de las salidas
profesionales más utilizadas? La pregunta la hago también con respecto a
España.
Madrid, 24 de marzo de 2015