De las lecturas de
prensa del pasado fin de semana me animo a compartir algún comentario referido
a la columna del Profesor Frank Partnoy (v. The
Wall Street Journal, abril 24-26, 2015, p. 14). Una columna interesante por
partida doble. Por su título: “Who Benefits From Activist Hedge Funds?”. También
por su contenido, pues nos pone en la pista de un estudio
más amplio del que es co-autor el columnista, en el que se ha llevado a cabo
una amplia investigación sobre los efectos que ha tenido en los mercados
financieros estadounidenses (es decir, en las sociedades que en ellos
participan) la irrupción que sobre los valores de una sociedad ha tenido la
irrupción de un inversor “activo” o “agitador” (tal es la acepción que se
atribuye por el Diccionario al inversor “activista”,
que es normalmente un fondo de inversión), que es una forma de calificar al que
toma una participación a partir del convencimiento de que la gestión de la
sociedad y sus resultados son mejorables.
El trabajo de
investigación es amplio por el número de casos estudiados y por el período
objeto de revisión (2008 hasta mediados de 2014). Aunque su atención se dirija
hacia mercados foráneos y especialmente dinámicos, buena parte de los problemas
que se analizan y de sus conclusiones pueden ser válidos para nuestro mercado
corporativo.
La aparición de un
inversor activista, crítico u “hostil”
no es tampoco un simple hecho, sino un problema o presupuesto de la regulación
de los mercados financieros. El régimen de las OPAs, el Derecho de sociedades o
el Derecho económico están plagados de disposiciones que toman partido en ese
escenario, ya sea para incentivar o restringir la lucha por el control
empresarial. Como muestra, el caso francés referido en la anterior entrada.
Suelen reconducirse
esas situaciones a un lenguaje bélico y, como suele repetirse, suele ser la
verdad la primera víctima de cualquier guerra. Lo deseable es que en esas
batallas empresariales que desata la llegada del accionista intruso (al menos
para los gestores), prime la verdad a la hora de responder a algo tan simple
como si eso es bueno o malo para la sociedad y para el resto de los
accionistas.
Parece que de la
aparición de ese fondo que reclama cambios en la gestión suelen beneficiarse la
mayoría de los accionistas, para empezar con
una revalorización importante de la cotización bursátil. Dice Partnoy:
“Our new
research shows that the market more recently has reacted very favorably to
activism.
For
example, in 2013 the stock price of the targets of activist hedge funds rose on
average around 9% relative to the market during the 21-day window before and
after the announcement of the activists’ stakes. During the past six years, the
“announcement period stock return” of targeted firms has averaged around 6%.
That
might not sound like a lot. But reliably beating the market by 6% is like
discovering the secret to winning the lottery. Large institutional investors
have poured tens of billions of dollars into these activist funds”.
La columna
periodística alerta, sin embargo, sobre matices importantes puestos de
manifiesto en el estudio. Así sucede con el propio perfil de los inversores y
con la frecuencia de sus operaciones. Los más conocidos fondos inversores suelen
ser los más exitosos, pero también lo son en la medida en que sea menor el
número de sus aventuras. También se cuestiona la idea de que esos inversores
sólo son cazadores de plusvalías a corto, puesto que en aquellos casos en los
que la inversión ha dado lugar a un período de permanencia sostenida del
inversor cualificado, los rendimientos de la empresa en el medio y largo plazo
mejoraron. Un último comentario reclama el tópico sobre el uso de complejos
instrumentos financieros por parte de esos actores, cuando lo que se señala es
que su planteamiento es clásico: compran acciones en sociedades en las que
creen que su cotización no reconoce el valor de la empresa, que debiera
recuperarse con cambios en su gestión. Lo que termina llevándonos a algo que ya
intuíamos: que la irrupción de estos inversores tiene beneficiarios y
perjudicados. Cito el párrafo final de la columna reseñada:
“So are
activist hedge funds good or bad? For managers and board members of public
companies, they are potentially bad. They challenge those individuals’
wisdom, their strategies and even their positions in the company. But for
most investors, many of these activist funds—though not all—are good. Since
2009, one in seven of the largest U.S. firms has faced an activist campaign.
During the same time, U.S. equities have generated strong returns”.
Madrid, 27 de abril
de 2015