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martes, 7 de abril de 2015

Universidad pública, igualdad y excelencia


Leo en JotDown una entrevista con Santiago Fernández Valbuena, cuyo titular me atrae: «Una universidad pública no garantiza ser igualitaria ni excelente». Para cualquier interesado en cuestiones empresariales, la entrevista es de lectura recomendable por varias razones. En cuanto a la cuestión universitaria que es la que anima esta entrada, transcribo la pregunta (en negrita) y respuesta que la abordan directamente: 



 Inició su carrera profesional como profesor  universitario antes que como directivo. En alguna ocasión, hablando de la educación, comentaba que estamos inmersos en un modelo de igualación por abajo. ¿Hacia dónde se dirige el modelo educativo actual?

Yo digo mucho, y me interesa repetir, que la educación de la que yo disfruté creciendo en un barrio muy normal de Madrid no la veo ahora. Creo que entonces teníamos una porosidad social que ahora es más difícil, a pesar de que la base social que accede a la educación se ha ampliado. Esto es una visión personal, pero noto que ahora hay otros hechos diferenciales, a pesar de que el acceso a la educación está garantizado constitucionalmente. Los chicos hoy  tienen oportunidades desiguales dependiendo de los medios y de los horizontes o visión de sus padres. Es triste, pero hay que reconocer que es así, porque las habilidades que se enseñan en el colegio se han separado de las habilidades que se demandan en el mercado. Hemos hecho colegios y sistemas universitarios cada día más perfilados para reproducir lo que los enseñantes quieren (o queremos, porque yo he estado mucho en ese mundo, con el que me siento muy identificado), y sin embargo se ha ido separando de lo que ocurre en el mundo, en la empresa, de lo que ocurre fuera. Socialmente hay que llamar la atención sobre esto. La universidad y los sistemas educativos no están solamente para propagar la cultura, sino también para habilitar las capacidades y guardar ese equilibrio que no es nada sencillo. Yo creo que mi generación tuvo la fortuna de encontrar una porosidad social y una habilitación distinta de la que hoy se ofrece. ¿Por qué se enseña en Económicas la misma economía que enseñábamos en los años setenta? Yo creo que puedes tener una universidad igualitaria sin que necesariamente sea pública y regida por los mismos, puede ser polémico, por supuesto, pero es que una universidad pública no garantiza ser igualitaria ni excelente. Garantizar la igualdad en el acceso no te garantiza la igualdad en el resultado”.

Se compartan o no las afirmaciones anteriores, son sugerentes. Lo son porque proponen una reflexión sobre el papel de la Universidad en general y, en particular, de la Universidad pública. Es obvio que no es serio intentar esa reflexión desde una entrada bloguera, pero no voy a dejar pasar la ocasión de hacer algunos comentarios, aunque sólo sea para animar a mis colegas –complutenses y de otras Universidades públicas- a plantearnos cómo mejorar lo existente.

En una amplia entrada me ocupé de "La Universidad enclaustrada" y llamaba la atención sobre la necesidad de que cualquier Universidad mantuviera una imprescindible conexión con la realidad social si pretende cumplir sus funciones legalmente atribuidas. Las funciones que enuncia el artículo 1.2 de la Ley Orgánica 6/2001 son complementarias. La formación científica y la transmisión del conocimiento tienen que orientarse hacia, entre otros fines principales, la preparación para el ejercicio de actividades profesionales. Lo que pide el entrevistado –acercar la Universidad a lo que ocurre fuera- es plenamente coincidente con lo que reclama la legislación universitaria. Es algo más, una de las claves para el éxito o fracaso de las Universidades, públicas o privadas, que no pueden ignorar que están llamadas a competir y que uno de los baremos principales de esa competencia es cómo preparar a sus graduados y cómo desembarcan éstos en los respectivos mercados profesionales.

Esos objetivos reclaman una forma correspondiente de enseñar. Estamos en una fase de transición y adaptación al Plan Bolonia, pero no faltan referencias que evidencian que la preocupación por enseñar bien y mejor la comparten muchos colegas de otras Facultades jurídicas. Las referencias metodológicas son inacabables. Me limitaré a citar aquí algunos apuntes interesantes sobre esa necesidad de adaptación.

Navegando he encontrado el blog del Profesor Santiago Cavanillas y una entrada en el blog de María Jesús González-Espejo. La lectura de esta última me ha resultado especialmente satisfactoria por los elogios hacia algunos compañeros complutenses (Ana G. López Martos y José-Domingo Rodríguez Martín), que son citados como ejemplos de una forma distinta de enseñar, que pretende ser mejor.

Madrid, 7 de abril de 2015