Leo en JotDown una entrevista
con Santiago Fernández Valbuena, cuyo titular me atrae: «Una
universidad pública no garantiza ser igualitaria ni excelente». Para cualquier interesado en cuestiones
empresariales, la entrevista es de lectura recomendable por varias razones. En
cuanto a la cuestión universitaria que es la que anima esta entrada, transcribo
la pregunta (en negrita) y respuesta que la abordan directamente:
“Inició su carrera
profesional como profesor universitario
antes que como directivo. En alguna ocasión, hablando de la educación, comentaba
que estamos inmersos en un modelo de igualación por abajo. ¿Hacia dónde se
dirige el modelo educativo actual?
Yo digo mucho, y me interesa repetir, que la educación de
la que yo disfruté creciendo en un barrio muy normal de Madrid no la veo ahora.
Creo que entonces teníamos una porosidad social que ahora es más difícil, a
pesar de que la base social que accede a la educación se ha ampliado. Esto es
una visión personal, pero noto que ahora hay otros hechos diferenciales, a
pesar de que el acceso a la educación está garantizado constitucionalmente. Los
chicos hoy tienen oportunidades desiguales dependiendo de los medios y de
los horizontes o visión de sus padres. Es triste, pero hay que reconocer que es
así, porque las habilidades que se enseñan en el colegio se han separado de las
habilidades que se demandan en el mercado. Hemos hecho colegios y sistemas
universitarios cada día más perfilados para reproducir lo que los enseñantes
quieren (o queremos, porque yo he estado mucho en ese mundo, con el que me siento
muy identificado), y sin embargo se ha ido separando de lo que ocurre en el
mundo, en la empresa, de lo que ocurre fuera. Socialmente hay que llamar la
atención sobre esto. La universidad y los sistemas educativos no están
solamente para propagar la cultura, sino también para habilitar las capacidades
y guardar ese equilibrio que no es nada sencillo. Yo creo que mi generación
tuvo la fortuna de encontrar una porosidad social y una habilitación distinta
de la que hoy se ofrece. ¿Por qué se enseña en Económicas la misma economía que
enseñábamos en los años setenta? Yo creo que puedes tener una universidad
igualitaria sin que necesariamente sea pública y regida por los mismos, puede
ser polémico, por supuesto, pero es que una universidad pública no garantiza
ser igualitaria ni excelente. Garantizar la igualdad en el acceso no te
garantiza la igualdad en el resultado”.
Se compartan o no las afirmaciones anteriores, son
sugerentes. Lo son porque proponen una reflexión sobre el papel de la
Universidad en general y, en particular, de la Universidad pública. Es obvio
que no es serio intentar esa reflexión desde una entrada bloguera, pero no voy
a dejar pasar la ocasión de hacer algunos comentarios, aunque sólo sea para
animar a mis colegas –complutenses y de otras Universidades públicas- a
plantearnos cómo mejorar lo existente.
En una amplia entrada me ocupé de "La
Universidad enclaustrada" y llamaba la atención sobre la necesidad de
que cualquier Universidad mantuviera una imprescindible conexión con la
realidad social si pretende cumplir sus funciones legalmente atribuidas. Las
funciones que enuncia el artículo 1.2 de la Ley Orgánica 6/2001 son
complementarias. La formación científica y la transmisión del conocimiento
tienen que orientarse hacia, entre otros fines principales, la preparación para
el ejercicio de actividades profesionales. Lo que pide el entrevistado –acercar
la Universidad a lo que ocurre fuera- es plenamente coincidente con lo que
reclama la legislación universitaria. Es algo más, una de las claves para el
éxito o fracaso de las Universidades, públicas o privadas, que no pueden
ignorar que están llamadas a competir y que uno de los baremos principales de
esa competencia es cómo preparar a sus graduados y cómo desembarcan éstos en
los respectivos mercados profesionales.
Esos objetivos reclaman una forma correspondiente
de enseñar. Estamos en una fase de transición y adaptación al Plan Bolonia,
pero no faltan referencias que evidencian que la preocupación por enseñar bien
y mejor la comparten muchos colegas de otras Facultades jurídicas. Las
referencias metodológicas son inacabables. Me limitaré a citar aquí algunos
apuntes interesantes sobre esa necesidad de adaptación.
Navegando he encontrado el blog del Profesor Santiago
Cavanillas y una entrada
en el blog de María Jesús González-Espejo. La lectura de esta última me ha
resultado especialmente satisfactoria por los elogios hacia algunos compañeros
complutenses (Ana G. López Martos y José-Domingo Rodríguez Martín), que son
citados como ejemplos de una forma distinta de enseñar, que pretende ser mejor.
Madrid, 7 de abril de 2015