Sigo con el tema
de las retribuciones y, en concreto, con el inagotable “filón” de actualidad, problemas concretos y reflexiones que depara
la experiencia del say on pay en Estados
Unidos. Asistimos al seguimiento de la presentación de los programas de
retribución a administradores y de su evaluación en las respectivas juntas de
accionistas. Una tarea en la que los medios tradicionales se hacen eco de los
casos más notables, pero que al mismo tiempo
acompañan muchas webs
especializadas en cuestiones de retribución y gobierno corporativo que ilustran
sobre la trascendencia del problema. Como muestra, un botón: el blog say on pay que detalla la información que las
sociedades van facilitando a sus accionistas y un seguimiento ordenado y
preciso de los resultados de las votaciones en las diversas sociedades.
El sistema es
sencillo: los accionistas deben aprobar ese programa retributivo anual. Su voto
es consultivo, esto es, ni vincula a la sociedad, ni a los administradores afectados. Es el mismo
procedimiento incorporado por nuestro ordenamiento a través del art. 61 ter 2
Ley del Mercado de Valores (aunque pendiente de desarrollo reglamentario) y
sobre el que me he pronunciado en reiteradas ocasiones en sentido crítico. Mis
dudas no van, como es lógico, contra la exigencia de transparencia en este
campo y la implicación de los accionistas (que considero acertada), sino contra
el carácter consultivo de un acuerdo de la junta de accionistas de una sociedad
anónima española. Sobre todo ante los problema que implica que el acuerdo sea
contrario a la propuesta contenida en el informe de retribuciones. ¿Es
razonable permitir que un administrador reciba una retribución que los
accionistas han rechazado?
El supuesto se
viene manifestando con crudeza en la experiencia estadounidense y, en especial,
allí donde el voto negativo de los accionistas se ha producido en grandes
corporaciones y con respecto a retribuciones cuantiosas. Los casos notables de
los que hablaba al inicio de la entrada. Ejemplo: la reciente junta de
Citigroup y el voto negativo del 55 % del capital a la retribución de
administradores, incluida la del C.E.O. Vikram Pandit. Tomo la referencia de
los párrafos iniciales de la entrada que a la noticia dedicaba el Dealbook de The New York Times bajo el expresivo
título de Citigroup’s
Chief Rebuffed on Pay by Shareholders:
“In a stinging rebuke, Citigroup shareholders rebuffed on
Tuesday the bank’s $15 million pay package for its chief executive, Vikram S. Pandit, marking the first time
that stock owners have united in opposition to outsized compensation at a
financial giant.
The shareholder vote, which comes amid a rising national debate over
income inequality, suggests that anger over pay for chief executives has spread
from Occupy Wall Street to wealthy institutional
investors like pension fund and mutual fund managers. About 55
percent of the shareholders voting were against the plan, which laid out
compensation for the bank’s five top executives, including Mr. Pandit.” Citigroup’s Chief Rebuffed
on Pay by Shareholders”.
En dicha entrada
se recoge suficiente información como para descartar que el Sr. Pandit sea uno
más de los C.E.O. s cuya fama se limita a su capacidad de recibir grandes
retribuciones ante la sorpresa o el reproche de la opinión pública. Como se
recuerda con justicia, en estos años el citado directivo ha capitaneado el
tránsito de la entidad a través de su crisis y recuperación, con notables
renuncias en ese aspecto y en determinados ejercicios:
“Last year, Mr. Pandit’s compensation included a $1.67 million salary
and a $5.3 million cash bonus. In addition, he received a retention package
valued at $40 million, to be awarded through 2015. In 2009 and 2010, as Mr.
Pandit struggled to pull the bank back from the brink, he accepted only a $1
annual salary”.
Eso es el pasado. La cuestión fundamental que plantea la
decisión de la última junta es la de qué hacer ante el voto consultivo y
negativo. Este es el principal interés que plantea el caso Citigroup. Como es
consultivo, la junta emite una opinión y la más elemental prudencia debiera
llevar a la sociedad y a sus
administradores a seguir la orientación marcada por ese acuerdo. Pero, ¿con qué
alcance? ¿Moderando la retribución propuesta? ¿Eliminándola por completo?
Porque no es cuestionable que la simple ignorancia del criterio de los
accionistas no sólo abonará su hostilidad hacia el futuro, sino que impulsará
acciones judiciales destinadas a combatir el intento de hacer irrelevante el
voto de la mayoría de los accionistas en un asunto esencial de la
administración de la entidad. Vuelvo al Dealbook y a recomendar la lectura de
la entrada de Stephen Davidoff, Citigroup
Has Few Options After Pay Vote. De entre las varias reflexiones que
incluye, me quedo con las que se refieren a las aportaciones que los Tribunales
de Delaware –los competentes a partir de la constitución de Citigroup en ese Estado- pueden hacer a este caso:
“Delaware, where Citigroup is incorporated, has yet to rule on the
legal requirements of a board once a no vote on pay occurs. Delaware has
typically deferred to a board’s judgment on compensation issues. However,
executive compensation is such a hot potato these days that Delaware may decide
to allow these suits in cases where boards are
particularly heedless.
At least one Delaware judge, Vice Chancellor Travis J. Laster, has hinted that the decision to
ignore a negative vote would be subject to enhanced scrutiny or possibly a
court rejecting the pay package as corporate waste. And Citigroup may be a
particular target. It was only three years ago that a Delaware judge refused to dismiss a case alleging that the
Citigroup board had engaged in corporate waste by entering into an agreement
with Citigroup’s former chief executive, Charles O. Prince, allowing him to receive
$68 million upon his departure from the company in 2007. If nothing else, a
Delaware court is likely to closely scrutinize Citigroup’s conduct to make sure
it acted appropriately here and with due care.
Given the risks and the hassles this no vote will now create, Citigroup
is much more likely to try to do something rather than simply ignore the vote.
At a minimum, its board will have to consider the possibility to ensure it is
satisfying its duties.
What will the board actually do? Mr. Pandit has already been awarded
his 2011 pay, so unless the regulators force a retroactive pay cut, Mr. Pandit will
have to agree to one. Going forward, the board will have more latitude, and
this may be where it tries to show it is making cuts. But again, Mr. Pandit
will have to play along. The real question is whether any prospective cuts will
be enough without reducing Mr. Pandit’s enormous 2011 pay package.
The Citigroup case could thus become an important test
of how companies’ respond to negative say on pay votes. I’m particularly
intrigued to find out what happens if Citigroup fails to adequately respond to all
of the players who are now about to become involved”.
Es certera la indicación acerca de la eficacia del voto
negativo. No sólo obliga a una prudencia hacia el futuro, sino a actuar hacia
el pasado, lo que jurídicamente no es fácil, en especial ante la reacción de
los administradores que pudieran verse afectados.
En suma, un caso a seguir.
Madrid, 27 de abril de 2012