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lunes, 5 de marzo de 2012

Errores por omisión


A la hora de medir el deber de diligencia de los administradores es fundamental señalar que la gestión empresarial implica la asunción de riesgos y la puesta en marcha de actuaciones cuyo resultado es incierto. Pretender que la gestión pasa por la eliminación de todo riesgo es tanto como condenar a una empresa a la parálisis. Además, conviene recordar que la responsabilidad también nace de “omisiones” de los administradores “incumpliendo los deberes inherentes al desempeño del cargo” (art. 236.1 LSC). Por lo tanto, no conviene identificar la prudencia con un inmovilismo de los gestores, que puede terminar siendo tan o más dañino que acuerdos o decisiones que impliquen adentrarse en proyectos innovadores y, por  lo tanto, inciertos en su desenlace.


Estas ideas me las ha provocado la lectura de un cuidado artículo de Juan Gómez-Jurado, publicado en ABC, en el que traza una semblanza de Warren Buffet y en el que el más reputado inversor señala:

“No hay cadáveres en el armario del empresario, tan solo una inmensa cantidad de suerte y sentido común ‘Me he equivocado pocas veces, aunque estas han sido muy sonadas, como no haber comprado la televisión que Tom Murphy me ofreció o haber dicho que no a Wal-Mart en sus inicios [hoy se ha convertido en la compañía con más beneficios del mundo], son decisiones que me siguen pesando. Mis errores son casi todos de omisión. Me pienso las cosas demasiado”.

Madrid, 5 de marzo de 2012