En el suplemento Negocios de El País
de ayer (pág. 27) y bajo el título “Revuelo
en la cúpula”, aparece una información detallada sobre cómo influye la
crisis económica en la rotación en el cargo de consejero delegado. Parte la
noticia de un estudio realizado sobre un total de 2500 empresas internacionales,
seleccionadas en función de su tamaño. Lo que se pone de manifiesto es que en
el año 2011 se ha incrementado hasta un 14% el número de empresas en las que se
ha sustituido al consejero delegado, principalmente como consecuencia de los
malos resultados. Esta información implica una traducción corporativa de lo que
es la economía mundial, pero no debe ser vista ignorando las sustanciales
diferencias que hay en los sistemas societarios de los distintos países
analizados. Diferencias que no sólo tienen que ver con la legislación aplicable,
sino también de manera particular con la estructura del capital de las grandes
sociedades cotizadas en bolsa.
Esto enlaza con la realidad española,
que destaca el citado artículo de Carmen Sánchez Silva:
“Pero los relevos en las cúpulas se suceden con
mayor profusión fuera que dentro de España. En otros países, la rotación está
bien vista, aquí parece que los consejeros delegados forman parte del
inventario de la empresa, dice un cazatalentos con sorna. Sin embargo, el
sector de búsqueda de directivos anticipa un baile de líderes en las grandes
compañías cotizadas nacionales el año que viene. “Primero están cambiando a los
directores financieros. En 2013 sustituirán al consejero delegado y al director
de recursos humanos. Un cambio favorece la confianza de los inversores”, opina
Carlos Alemany”.
La diferencia que ofrece el escenario
español con respecto al de la investigación internacional, es la de una
rotación menos frecuente en el cargo de consejeros delegados de nuestras
grandes compañías. No sé si se ha llevado a cabo un estudio detallado de las
causas de esa peculiaridad española, pero cualquiera que siga la actualidad
empresarial con una moderada atención sabrá que esas modificaciones son escasas.
Vaya por delante que creo que no puede establecerse “a priori” que el que haya más o menos cambios en la posición de
consejeros delegados sea en sí mismo bueno o malo. Unos dirán que una excesiva
rotación puede dar lugar a situaciones de incertidumbre, de inseguridad o de
convulsión empresarial. Otros verán en la sucesión un dinamismo empresarial y
la capacidad de que nuevas personas traten de mejorar lo que han hecho sus
antecesores. Opiniones habrá para todos los gustos. Probablemente, porque el
hecho deba analizarse con respecto a cada caso concreto.
En nuestras grandes empresas el cargo
de consejero delegado no depende tanto del apoyo estricto del Consejo de Administración,
sino del impacto que en la estructura del Consejo tienen los accionistas
principales. La presencia de consejeros dominicales de una manera decisiva y la
selección de los consejeros independientes como una suerte de complemento de
los anteriores hace que el cargo de consejero delegado esté vinculado
normalmente al apoyo de la mayoría del capital social, traducido luego también en
el correspondiente refrendo por parte de la mayoría de los consejeros.
Adviértase, además, que en nuestro sistema de gobierno corporativo es frecuente
que el consejero delegado sea al mismo tiempo el propio presidente del Consejo
de Administración, lo que nos conduce a otro de los aspectos debatidos como es
la separación entre los cargos de presidente y consejero delegado o primer
ejecutivo del Consejo. Porque cuando la sustitución afecta a quien ocupa ambos
cargos cobra un mayor alcance.
Lo cierto es que nos encontramos con
que el consejero delegado sigue siendo un cargo que, más allá del respaldo de
la mayoría de los consejeros (v. art. 249.3 LSC), reclama el apoyo de la
mayoría del capital social, que es lo que le dota de estabilidad. Habrá rotación
cuando se produzcan cambios en el capital.
Madrid, 2 de julio de 2012