Buscar este blog

lunes, 4 de febrero de 2013

La cartera de las cajas



La reforma del sistema financiero tiene efectos que exceden  las propias entidades afectadas por la misma. Es lo que está sucediendo con la situación que viven distintas cajas de ahorros que deben afrontar el desmantelamiento de sus carteras de participaciones. A esta situación se refería una interesante crónica de Virginia Gómez en la edición de Cinco Días bajo el título “El alza bursátil, oportunidad de las cajas para vender cotizadas”. Ahí se decía:


 “IAG, Mapfre, NH Hoteles, Iberdrola, Deoleo o Tecnocom son solo algunas de las compañías que en las próximas  semanas podrían ver movimientos en su accionariado con el consiguiente efecto en su cotización en Bolsa. Todas ellas, junto a una docena más, tienen en común que entre sus accionistas de referencia cuentan con una o con varias de las antiguas cajas de ahorros. Estas entidades podrían empezar a soltar lastre y deshacerse de sus participaciones industriales.


Concretamente, las entidades nacionalizadas no tienen mucha elección y por imperativo de Bruselas tendrán un plazo de cinco años para vender su cartera industrial además de otros activos.

Históricamente, las cajas de ahorro han guardado su cartera industrial como un tesoro. No era para menos teniendo en cuenta que eran un buen colchón que les daría plusvalías cuantiosas si se veían necesitadas de deshacerse de ellas y, por otro, generaban importantes dividendos.

Reestructuración

Sin embargo, los importantes cambios que se están produciendo en el sector financiero están dando un giro a la estrategia de las entidades financieras. "Los planes de reestructuración de la banca, aunque positivos para devolver la tranquilidad al sector, implican algunas consecuencias. Una de ellas es la incertidumbre de qué pasará con las participadas de estas entidades. El proceso ya se ha iniciado con la venta de Enagás por Liberbank o de Sacyr por NCG", recuerda Victoria Torre, directora de análisis y producto de Self Bank”.

En la gestión de determinadas cajas de ahorros durante los años pasados es posible que haya decisiones que pueden ser objeto de reproche, pero también hay muchas otras que se podrán seguir justificando sobre la base de razones que enlazan con intereses que podríamos catalogar como generales. Me refiero al hecho conocido de que hayan sido cajas de ahorros los accionistas estables y significativos de no pocas grandes sociedades cotizadas españolas. La entrada de las cajas coincidía en algún caso  con la retirada de los grandes bancos y era una forma de perseguir la vinculación, a través del capital social,  entre la actividad de esas sociedades cotizadas y  los ámbitos territoriales en los que se desarrollaban las cajas. Además, ciertas participaciones comportaban dividendos no desdeñables. Sin perjuicio de ello, la legislación contable y sectorial, podían hacer que el mantenimiento de esas participaciones implicara cargas relevantes para el patrimonio y los resultados de sus titulares.

Los compromisos asumidos en relación con la reestructuración obligan a que esas participaciones sean transferidas por las cajas y la duda que surge es  quiénes van a ser los nuevos accionistas significativos en las grandes sociedades cotizadas. El cambio no es de mera titularidad, sino que apunta a la  estructura de nuestros mercados de valores. Es sabido que si se comparan los mercados anglosajones con los de la Europa continental, mientras que en los primeros se observa una extraordinaria dilución o atomización del capital en las sociedades cotizadas, en Europa se sigue manteniendo la posibilidad de que una sociedad cotizada tenga accionistas de control, entendiendo por tales los que mantienen participaciones significativas y, en muchos casos,  superiores  al 50% del capital social. El mercado español se caracteriza por esa propiedad concentrada.

La crisis de las cajas va a ser la  de nuestros mercados de valores pues va a obligar a adaptar la realidad de algunas de las más importantes sociedades  españolas a un nuevo tiempo. Cabe plantear  si en esa nueva fase, la distribución del capital social podrá seguir garantizando la tutela de los mismos intereses que perseguían las cajas cuando tomaron la decisión de adquirir esas participaciones significativas.

Madrid, 4 de febrero de 2013