Una
de las claves en el buen gobierno corporativo es la de la transparencia, es
decir, la de la claridad en los procedimientos de toma de decisiones, su
adopción conforme a normas conocidas y publicadas y la capacidad de explicar
los acuerdos de forma inequívoca.
En
relación con los cambios en un consejo de administración, siempre ha sido
merecedora de elogio la capacidad de una empresa de anunciar con antelación los
cambios en los principales responsables de su línea ejecutiva. Esto, que suele
ser frecuente en determinados mercados, supone un factor de estabilidad en la
gestión y un mensaje a favor de la calidad del equipo directivo cuando, como
suele ser frecuente, el sucesor del CEO, consejero delegado, presidente
ejecutivo o similar cargo, ya venía formando parte del consejo y de la
dirección de la entidad.
Como
no es una práctica habitual entre las empresas españolas, me ha llamado la
atención la información que describe el “Relevo
en la cúpula directiva de Grupo Antolín”, incluida hoy en Expansión y que
el propio diario califica en uno de sus editoriales como un “relevo tranquilo”. Se anuncian cambios
que culminarán dentro de cinco o seis meses (v. Expansión, 13 de febrero de 2015,
pp. 2 y 10).
Este
tipo de prácticas empresariales revisten de normalidad algo que nunca lo es
para quien lo protagoniza. Para quien se va o para quien llega, los cambios son
excepcionales. Pero para la empresa, sus trabajadores, accionistas y demás implicados,
este tipo de sucesiones anunciadas y ordenadas transmiten una sensación de
estabilidad que resulta muy favorable.
Madrid,
13 de febrero de 2015