Temo aburrir a los lectores con
excesivas entradas sobre el tema de la retribución pero ésta y la siguiente entrada
apuntan a una cuestión de mayor calado: la recuperación del papel de la junta. Algunas
semanas atrás, Salvador Arancibia publicó en Expansión un artículo que tituló “Los
accionistas quieren protagonismo” (Expansión,
23 de abril 2012, p.16). El punto de partida ya es conocido: las tribulaciones
que padecen determinados gestores bancarios ante la resistencia o negativa de
las juntas generales a aprobar los informes en materia de retribuciones. Junto
a ese asunto, son otros en los que de manera progresiva se manifiesta una
tendencia de los accionistas a expresar voto, mediante su discrepancia hacia
determinados aspectos de la gestión:
“El
próximo viernes Barclays Bank celebra en Londres su junta general de
accionistas y parece que para evitar problemas, o al menos críticas en la
junta, ha anunciado que el consejero delegado y el director financiero de la
firma renuncian a cobrar el 50% de su bonus diferido a pagar en tres años,
mientras que la rentabilidad sobre los activos no supere el coste del capital.
La semana pasada los accionistas de Citigroup echaron atrás la propuesta de que
el consejero delegado tuviera una remuneración de 15 millones de dólares, algo
más de 11 millones de euros.
En España también empieza a haber ejemplos de
cierta separación entre los gestores de algunas compañías y los accionistas,
aunque no se llega a ese nivel de enfrentamiento. Por poner algún ejemplo,
tanto en la última junta de Telefónica como en la de Banco Santander los
representantes de inversores institucionales castigaron a los responsables de
la compañías en las que tienen invertido parte de sus recursos no tanto por su
gestión, sobre la que votaron favorablemente en su inmensa mayoría, como por
algunos aspectos concretos de gobernanza con la que no están muy de acuerdo”.
De lo que
sucedió en la Junta de Citigroup me ocupé en una anterior entrada
y en cuanto a la que celebró Barclays Bank, transmito los párrafos iniciales de
la crónica de Patrick Jenkins “Barclays
suffers executive pay backlash” en Financial
Times:
“Nearly a
third of Barclays shareholders failed to support the bank’s remuneration report
during a fiery annual meeting at which the bank’s chairman apologised for its
“poor communication” on executive pay.
At yesterday’s
vote 26.9 per cent of investors opposed the pay plan and a further 4.6 per cent
abstained marking another victory for
investors in what is being dubbed a “shareholder spring”.
Chairman
Marcus Agius and Alison Carnwath, who chairs the bank’s remuneration committee,
also pledged to cut bankers’ pay and boost shareholder pay-outs in future. “The
balance of rewards between shareholders and employees has to change in favour
of shareholders,” Ms Carnwath said to enthusiastic applause from shareholders”.
Más
parece, en cualquier caso, que estemos ante un movimiento que, aunque encuentra
en ciertas propuestas retributivas un poderoso acicate para la reacción de los
accionistas, alcanza a otros asuntos no menos relevantes con respecto a la
gestión de las grandes compañías, que Arancibia menciona. Más allá de ello, se
puede atisbar en esos hechos actuales un leve renacer del poder de la junta
general y, por medio de ella, del imperio de los accionistas sobre los
administradores. Termino, de nuevo, con la cita de los párrafos finales del
artículo de Salvador Arancibia:
“Hasta ahora se entendía que, con un accionariado
tan disperso y numeroso como el existente en la mayoría de las grandes
empresas, era casi imposible, salvo catástrofes empresariales, que una junta de
accionistas echara abajo las propuestas de los gestores. Pero es evidente que
esta situación está cambiando y que los accionistas, o al menos los inversores
institucionales que tienen un peso creciente en el capital de las empresas, no
quieren dejar totalmente en las manos de los equipos gestores las riendas de
las compañías. Es un movimiento que los responsables empresariales deberían
considerar con mayor atención.
En los momentos de bonanza económica no ha habido
esa presión, posiblemente porque los buenos resultados y el aumento constante
de los dividendos y de la valoración de las acciones limaban las asperezas. En
la actualidad, con unas cotizaciones muy inferiores, y con el temor a caídas de
los dividendos, los requerimientos de los accionistas ganan intensidad y fuerza.
Esta puede ser una de las razones que ha llevado a buena parte de las grandes
empresas españolas a mantener los dividendos a pesar de la fuerte caída de los
resultados obtenidos en la crisis y a proponer que una parte de éstos no se
cobren en metálico sino que se haga en nuevas acciones para reducir de esta
forma la salida de fondos de la empresa”.
En los
principales medios, los hechos impulsan que continúe la reflexión en torno a
esa situación, como acredita el artículo del pasado fin de semana en Financial Times, titulado “Boards
wake up to a shareholder spring”. Es cierto que la información la motivan
los acuerdos sobre los programas de retribuciones, pero crece la idea de que
asistimos a un cambio (veremos si transitorio
o definitivo) en la conducta de los grandes inversores institucionales.
Transcribo los párrafos iniciales del último artículo citado:
“For
decades annual meetings have been polite affairs. The big institutional
insurance and pension fund managers, who own the bulk of shares, usually back
management having thrashed out concerns privately long before they reach the
ballot box.
Not this year. There has
been a breakdown in discussions with several boards after institutions accused
them of persistently rewarding executives with multimillion-pound bonuses
despite anaemic performances. This comes against a backdrop of deepening
anxieties about jobs, wages, and returns on savings. Shareholders have
simply lost patience with persistently poor returns over five years”.
Madrid, 8 de mayo de 2012