Son abundantes las
contribuciones doctrinales que se vienen ocupando de la relación existente
entre el régimen legal aplicable a las cajas de ahorros y su gobierno
corporativo. Contribuciones que analizan tanto el pasado y las crisis de
gestión y resultados que han afectado a la mayoría de nuestras cajas, como el
futuro plasmado en el plano normativo en la Ley de cajas de ahorros y
fundaciones bancarias que está a punto de ser promulgada.
En la página web del Centro de Gobierno corporativo del
Instituto de Empresa encontramos algunos materiales a ese respecto. En su día
publicaron un interesante estudio Antonio Carrascosa y Alberto Alonso Ureba “El Nuevo Mapa de Cajas de Ahorros y la importancia del Buen Gobierno
Corporativo”.
En fecha más
reciente, mi compañero complutense, el Profesor José Eugenio Soriano, ha
publicado un amplio y recomendable estudio que titula "Gobernanza y Cajas
de Ahorros", que incluye como anexo el Proyecto de Ley al que antes me
refería. El citado artículo es una referencia necesaria para entender la
experiencia vivida por la mayoría de nuestras cajas.
Nada más
ilustrativo de la opinión del autor que los párrafos principales tomados de la
que titula como “Breve valoración final”:
“A estas alturas, hemos de indicar que la
destrucción de unas entidades aceptadas socialmente, con un notable
desempeño histórico, con esplendor en su historial, ha sido consecuencia directa
de su mal gobierno corporativo, de la falta de gobernanza. Unido todo ello
a una dejación de los poderes públicos de supervisión, que al liberar al
factor humano sin límites, permitió que la codicia hiciera su aparición
ligada a su aliada la ocultación y la oscuridad. La falta de transparencia
y por ende de control han sido asimismo elementos clave en la eliminación de
las técnicas de buen gobierno.
Pero esas técnicas de buen gobierno, para darse,
también tendrían que tener apoyo en una naturaleza jurídica que permitiera que
los profesionales y expertos hicieran su aparición en sustitución de políticos,
sindicalistas y cohortes empresariales. Las cuales, abrigadas al calor de una
supuesta democratización de las entidades, algo realmente insólito en un panorama
financiero, y donde lo que se produjo fue el simple partidismo como técnica
de sustitución de las decisiones financieras, contables y empresariales propias
de la economía de las Cajas.
Las Cajas, de haber continuado siendo fundaciones,
habrían logrado objetivos plausibles. Modestos, prácticos, fiables. Y con un
gobierno propio de una fundación. Pero esto cambió. Y se sustituyó por una
falsa fundación de corte aparentemente asociativo (semimutualista) en la que la
elección estaba en manos de los partidos políticos y de los sindicatos. Los
cuales, todos, sin distinción de color, se hicieron con el control. El
prebendalismo y el parasitismo hicieron su aparición de inmediato, y con ello
la subordinación de los intereses de la Caja al dictado de políticos y
sindicatos.
El resultado ha sido la quiebra de una buena parte de
ellas, y la necesidad de un rescate financiero, en el que no ha habido que poner
ni un euro para apoyar a la banca y cerca de cien mil millones de euros para
subvenir a la quiebra generalizada de las Cajas. Pagando justos por
pecadores, ya que hubo Cajas con una buena gestión y un excelente desempeño, al
final, la historia multisecular al servicio de los ahorradores ha acabado en un
completo fiasco.
Con un buen gobierno corporativo, decimos, habría
habido posibilidades de éxito. Pero ello hubiera necesitado de transparencia, aborrecida por los
partidos políticos, sindicatos y patronal, única forma de contrarrestar la
dominación de aquellos”.
Es un juicio severo, pero claro, que
además se ve refrendado por hechos recientes y conocidos que ilustran la
degeneración vivida en la gestión de algunas cajas.
Madrid, 26 de diciembre de 2013