En fecha
reciente colgué un e print titulado "La
crisis de las cajas y la respuesta legislativa" y en el que en relación
con la experiencia de las cajas de ahorros en la crisis española decía:
“Algunas cajas puede que cuestionen con razón que la
crisis ha supuesto una evolución negativa y cuentan con un argumento
incontestable: su posición en 2014 es mucho mejor que la que tenían al
principio de la crisis. Sin embargo, la mayoría de las cajas no podrá decir lo
mismo; de hecho, son mayoría las que han dejado de existir como entidades
autónomas. De manera que la afirmación de que las cajas de ahorro han padecido una
crisis obliga a matices, para lo que nos ayuda el Diccionario y la variedad de
acepciones que ese término ofrece. En cualquiera de los momentos, determinadas
cajas han destacado por su solvencia y por la calidad de los distintos ratios
de evaluación. Lo han hecho no sólo con relación a sus pares, sino en la
comparación global de nuestro sistema. Determinadas cajas de ahorro ocupan
posiciones de privilegio por su coeficiente de capital principal o en relación
con la baja morosidad que presenta su cartera crediticia. Esta observación no
sólo es de estricta justicia, sino que resulta interesante en la revisión
general de la experiencia de nuestras cajas, capaz de conciliar esos ejemplos
de excelente gestión con tantos otros en los que ésta ha resultado desafortunada”.
Hace unos días se conocieron los resultados de la evaluación global de
130 entidades de crédito de la eurozona, que tuvieron una amplia cobertura y a
los que puede accederse, por ejemplo, a través de esta nota
de la CNMV. En relación con el mercado español, esos resultados han confirmado
que determinados bancos actuales que son continuadores de concretas cajas de
ahorro destacan tanto por la calidad de sus activos como por su capacidad para
hacer frente a las pruebas de resistencia diseñadas para sus balances.
Esa circunstancia puede llevar a reflexionar sobre si la crisis de las
cajas ha sido la de un modelo normativo o, sencillamente, la consecuencia del “factor
humano”, esto es, de la mala selección de sus administradores y equipos de
gestión. Es un debate relativamente estéril puesto que, como es conocido, el
cambio de modelo empresarial de las cajas ya se ha consumado. Dicho lo cual y
para que no parezca que lanzo la piedra y escondo la mano, creo que en la
crisis de las cajas su legislación ha sido la principal causa, puesto que al
amparo de la misma han sido posibles muchos errores y fracasos de gestión. Lo
que no impide reconocer que algunas de ellas han tenido una excelente
administración.
Madrid, 4 de noviembre de 2014