En su
edición en papel del pasado sábado 22 de septiembre de 2012, Expansión ofrecía
una cuidada información sobre cómo numerosas sociedades cotizadas habían sacado
partido de la caída de las cotizaciones bursátiles para incrementar la
intermediación sobre sus propias acciones. La información es relevante
porque impulsa la comprensión general de la autocartera como un instrumento de
gestión financiera de toda sociedad cotizada. Nuestro ordenamiento, desde las
reformas de los años 1989-1990, ha convalidado el uso de los negocios sobre las
propias acciones. Los somete a condiciones diversas, entre las que destacan los
deberes de información en esta materia. Esa realidad normativa y empresarial
debiera descartar la tendencia que se observa en muchos de ver los negocios
sobre las propias acciones como un ámbito siempre negativo y peligroso para los
varios intereses afectados por la marcha de la sociedad, cuando en muchas
ocasiones es la defensa de esos intereses la que motiva esos negocios.
Reproduzco
la opinión que incluye Expansión bajo el título “Autocarteras en auge” (p. 2):
“Muchas grandes compañías del
Ibex y también algunas medianas del mercado continuo están aprovechando la
volatilidad de las bolsas para aumentar su intermediación en acciones propias,
con muy distintos objetivos en mente. Desde los mínimos del mes de julio
pasado, el Ibex ha resucitado, casi un cuarenta por ciento pero aún así acumula
una pérdida superior al cuatro por ciento en 2012, que contrasta con las plusvalías
de otros índices en Europa, Asia y América.
Además, su valor es la mitad
del que alcanzó en el año 2007. Y, debido a muchos programas de inversión en
activo fijo están en hibernación por la falta de demanda en la economía real, las
compañías con excedentes de caja encuentran en la intermediación de acciones
propias interesantes oportunidades de arbitraje a corto y medio plazo. La
formación de autocartera es típica de fases bajistas en los mercados y tiene
tanto detractores como defensores. Los usos más frecuentes de la autocartera
son reducciones de capital, entrega de acciones liberadas a los accionistas,
mantenimiento en balance para el canje de obligaciones emitidas, reserva para
la incorporación de un socio estratégico y remuneración vía dividendo flexible,
con un mix de algunos de ellos en ciertos casos. Y también pueden generar
plusvalías en periodos de recuperación de valoraciones como el que atravesamos.
La gestión de la acción propia,
hecha con toda transparencia, se convierte así en un elemento clave de la
gestión financiera y en un instrumento no desdeñable en la creación de valor
para el accionista”.
La
referencia a la transparencia debe interpretarse en su sentido amplio.
Comprende los deberes de notificación y contabilización, pero éstos forman
parte de un régimen de mayor alcance que limita los negocios sobre las propias
acciones a las condiciones que la norma considera asumibles (v., la disciplina
general en los arts. 144 y siguientes de la Ley de Sociedades de Capital y el
art. 509 de la misma Ley, para las sociedades cotizadas).
Madrid,
26 de septiembre de 2012