En el Suplemento Negocios de El País
del día 2 de septiembre de 2012, se incluía un interesante artículo de Carmen
Sánchez Silva, bajo el título “Peligro:
un político en el Consejo”. Analiza la presencia en sociedades cotizadas
españolas y en sociedades también no cotizadas de consejeros que incluye en la
categoría de “políticos”. El artículo es interesante por el tema
que aborda y por la variedad de datos y opiniones que recoge y que prometen
evaluar el alcance que tiene esa relación entre la política y la empresa, si
bien habría que comenzar por matizar cuál es la naturaleza de esa relación.
Porque lo que se pone de manifiesto a la vista de la información es que en
nuestras empresas no hay una mayoría de políticos, sino de ex políticos. Incluso habría que decir que
muchos de esos ex políticos antes de dedicarse a la política, normalmente a
través de su presencia como diputados en nuestro Parlamento, en el Parlamento
europeo o por integrar los gobiernos respectivos, ya desarrollaban antes actividades
profesionales, vinculadas con la
empresa. En el mismo artículo se menciona la presencia de “consejeros-políticos” en algunos consejos de sociedades cotizadas,
a la vez que se recuerda la de políticos en los consejos de administración de
las cajas de ahorro.
Creo que aquí habría que establecer
una necesaria distinción ante situaciones que son diferentes. El problema de
las cajas de ahorro ha sido un tema de politización absoluta, no sólo de sus consejos,
sino de toda la estructura de la entidad. Una politización que venía inspirada
por las normas reguladoras de esas entidades de crédito y que afectaba a su
régimen de supervisión. La politización ha terminado con las cajas, que se
vieron sometidas a intereses ajenos a la entidad.
En lo que concierne a la presencia de
ex políticos en los consejos de administración de nuestras grandes
corporaciones, debiéramos evitar prejuicios y generalidades. No son buenos
tiempos para la política, pero a pesar de ello (o precisamente, por ello) es
necesario analizar la cuestión en sus correctos términos. Quien se ha dedicado a la política tiene un
evidente derecho a implicarse en la actividad empresarial, Debemos plantearnos
cuál es la causa de esa dedicación. Ésta viene determinada con frecuencia por
los intereses de las empresas que acuden a la incorporación de esas personas en
función de su trayectoria pasada. Como sucede, debo reiterar, con personas
pertenecientes a otras actividades profesionales. Se incorpora un político al consejo por considerar que con
ello va a mejorar la gestión de la sociedad.
En todo caso, la valoración del
problema tiene que realizarse de una manera individual, caso por caso, puesto
que ni las circunstancias de los elegidos, ni las de las empresas permiten
formular valoraciones genéricas.
No es lo mismo que un ex Presidente
del Gobierno se integre en la administración de una sociedad, que en el consejo
de una entidad se siente una mayoría de cargos procedentes de la Administración
regional o local. En el primer caso, la intervención del ex Presidente puede
deberse a la consideración de su experiencia y relaciones internacionales, que se
entiende que pueden ser útiles con respecto a la actividad en general de la
sociedad o con relación a una determinada operación, actuando como simple
mediador. En el segundo, cabe dudar de cuál es la contribución que los “consejeros políticos” hacen a la
administración de la entidad. Por la significación económica de la operación y
la relevancia de la figura, me permito traer aquí algunas reacciones derivadas
de la “aparición” del ex Premier Tony
Blair en la fusión entre Glencore y Xstrata. La presencia de Blair habría sido
inducida por algunos accionistas significativos de la segunda (en concreto el
fondo soberano de Qatar). Al margen de seguir desarrollando acciones
diplomáticas, Blair ha intervenido en operaciones mercantiles, como señalaba el
Deal
Journal de The Wall Street Journal:
“Amid all the
excitement on Friday morning that the Glencore GLEN.LN +0.37%-Xstrata
deal has risen from the almost-dead, the Financial Times had an interesting
nugget in its story – the deal was oiled by none other than former U.K.
Prime Minister Tony Blair.
Blair is
currently the Special Envoy for the Middle East for the Quartet, a post he has
held since he resigned as leader of the U.K. in 2007.
According to
the FT, Blair brought together Glencore chief executive Ivan Glasenberg and
Qatari prime minister, Hamad bin Jassim bin Jabor Al Thani, just ahead of a
crucial Friday morning shareholder vote in Switzerland that was widely expected
to spell the end of the deal.
Qatar’s
sovereign wealth fund, which holds 12% in Xstrata XTA.LN -0.10%, had staunchly opposed the original share ratio
of 2.8 Glencore shares for each Xstrata share. Glencore upped its offer at the
last minute to a ratio of 3.05, closer to Qatar’s proposed level of 3.25. Qatar has yet to comment on the new offer.
It’s not the
first time Blair has lent his diplomatic skills to the Gulf state. This year,
British press have been following the legal battle over the sale of three of
London’s best-known hotels, including Claridge’s. High Court documents showed
Blair’s role in trying to broker a deal between the Qatari prime minister and
an Irish property developer, Paddy McKillen, to buy those hotels. McKillen called Blair an “honest broker””.
Reuters recogía
reacciones al aparente éxito mediador de Blair, no exentas de preocupación por
lo que supone de competencia:
“If Tony
Blair's cameo proves to be a deciding factor in winning support from Qatar for
a Swiss commodity trader's $36 billion bid for a giant mining firm, the
former British prime minister could become a sought-after fixer in global
finance.
Blair's
surprise involvement in a last-minute breakthrough between Glencore and the
government of Qatar, which is a shareholder in Glencore's target Xstrata, shows
that Blair's Middle East connections are paying off.
Those links
are likely to prove ever more valuable as Gulf states look to invest their oil
and gas riches overseas to diversify their wealth.
While his
intervention last week has gained plenty of attention, it has not been well
received by the bankers and other advisors who have spent months trying to get
a deal done in order to ensure they receive millions of pounds in fees”.
Sin perjuicio de las referencias a ese
supuesto y de otras muchas que cabría hacer, terminaré señalando que lamento el
grado de intromisión que la política juega en la gestión de muchas compañías
españolas. Una intromisión que es asumida e incentivada por muchas empresas. No
entiendo que la designación del presidente en una sociedad supuestamente
privada tenga que recibir el “placet”
gubernamental o ministerial y que el cese de otro se deba a una “condena política”. Tampoco que se diga
que el cambio de Gobierno debe afectar a la presencia o “rotación” de consejeros en tal o cual sociedad igualmente privada.
Son supuestos que recogen con frecuencia los medios de comunicación, pero que
no por ello dejan de resultar criticables.
Madrid, 21 de septiembre de 2012